lunes, 13 de febrero de 2012

Murió el fotógrafo del disparo vertical

¡Chicos miren a la cámara!, imploraba un padre este fin de semana mientras intentaba tomar una foto de sus hijos en una plaza. Casi toda la fotografía que se ve hoy es de gente mirando a cámara, algunas son geniales, la mayoría olvidables. En los ya lejanos años 50 un fotógrafo chileno esta empecinado en conseguir que su cámara mire a las personas y su legado fotográfico dice que sin dudas lo logró. Valparaíso, Londres, Sicilia, los niños que viven bajo los puentes del río Mapocho en Santiago de Chile, Buenos Aires y Perú son parte de lo mejor de su fotografía sustentada ideológicamente por la premisa de: "uno se puede engañar a si mismo, y a los demás; pero no a la realidad". Sergio Larrain abandonó la fotografía en los años 70 y nunca más volvió a hablar de ella, ni a vivir de ella, la cambió por otra forma de ver el mundo y nunca traicionó esa decisión. Sergio Larrain fue un humanista que vio que la fotografía y las agencias de fotógrafos estaban próximas a convertirse en proveedores de una nueva forma de periodismo en el que las fotografías serían parte del mundo del entretenimiento y el espectáculo y que millones de personas en el mundo estaban dispuestas a consumir con placer. Por eso intentó, sin éxito, destruir todo su archivo depositado en Magnum. La única muestra que se hizo de su obra completa se realizó en Valencia en 1999, a la que por supuesto no asistió. En el catálogo, el escritor Roberto Bolaño afirmó lo siguiente: " el asesino duerme. La víctima le hace fotos"

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