
El tatuaje apareció en Oriente aproximadamente en el año 1.000 a.c.,
llegando a las altas esferas sociales cuando en el año 500 d.c. el Emperador
de Japón lo utilizó como elemento decorativo. En esa región se usaba
normalmente para marcar a los criminales. De esta manera podían ser
reconocidos, separados de sus familias y aislados de la sociedad. En el siglo
XVII vivió un renacimiento gracias a la literatura, más concretamente
debido a una novela china traducida al japonés, llamada Suikoden. Las
clases obreras se volcaron en el arte del tatuaje casi convirtiéndolo en
coleccionismo.
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