En nuestra sociedad, se ha instalado la convicción de que cualquiera
de nosotros puede ser víctima de un delito. Ante la ausencia de
políticas serias de parte del Estado, la seguridad privada con sus
ejércitos de vigilantes se han incorporado a nuestro paisaje
cotidiano, en muchos casos como un nuevo problema que se agrega
a los existentes y no como una solución.
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